miércoles, 30 de octubre de 2013

Antecedentes para el estudio cultural del paisaje urbano en la Nueva España del siglo XVI

Fernández Christlieb, Federico. 2004. Antecedentes para el estudio cultural del paisajeurbano en la Nueva Españadel siglo XVI. GeoTrópico, 2 (1), 10-20

"Como se puede entender, la Geografía Cultural rebasa la visión positivista en la que el investigador observa desde “afuera” su objeto de estudio pretendiendo que su resultado es “objetivo”. Más bien, el geógrafo aspira a mirar desde “adentro” a la sociedad que estudia y a su entorno para dar una visión manifiestamente “subjetiva” de los hechos. Ahora bien, esta subjetividad confesa tiene mayores alcances en la medida en que da mejor cuenta de la complejidad del espacio. Por ello, desde los tiempos de Carl O. Sauer, fundador de la Geografía Cultural estadounidense, se ha rechazado producir una teoría o hallar una verdad absoluta (Parsons 1996). Este enfoque cultural es de particular importancia para sociedades mixtas como las de toda Latinoamérica y en especial para desentrañar las condiciones históricas en que se construyeron nuestros territorios. Por ello, la Geografía Histórica se sirve cada vez más del enfoque cultural.
El geógrafo alemán Otto Schlüter (1907) establece que el paisaje es el resultado de la acción de los pueblos sobre el medio natural, de manera que, las ciudades, constituirán los núcleos del territorio donde se acumula la información sobre la cultura de los pueblos que han construido y transformado el espacio. Por ello el estudio del paisaje urbano se vuelve fundamental en la comprensión de la cultura de cada comunidad.
A estos paisajes estudiados por la Geografía y la Antropología fue necesario reconocerles un significado religioso que hasta entonces no había sido bien determinado. Debemos al escritor rumano Mircea Eliade la tipificación de los elementos del espacio divididos en aquellos que son sagrados para un pueblo y aquellos que no lo son. En su obra Lo sagrado y lo profano (Eliade 1965), afirma que las sociedades tradicionales construyen su mundo perceptual a partir de un centro sagrado que puede ser un rasgo del relieve o bien, la fundación de un asentamiento o una ciudad.
Hasta este punto, los antecedentes mencionados no pueden todavía llamarse propiamente Geografía Cultural sino simplemente estudios sobre el paisaje. El enfoque cultural en geografía parece institucionalizarse hacia finales de los años 1970 y lo hace reflexionando no sobre las colectividades sino sobre los individuos que las conforman. Podemos decir que el cambio cualitativo consiste en estudiar con mayor detalle la acción de personas y lugares a una escala doméstica dejando las grandes regiones y evitando hacer generalizaciones riesgosas…
… el geógrafo sueco Torsten Hägerstrand (1968) había propuesto sistematizar las biografías cotidianas al interior de una comunidad urbana como si fuesen geografías individuales y trazar, a partir de los recorridos realizados por individuos, mapas espacio-temporales que hablan de la experiencia espacial de una colectividad (Giddens 1998).
Poco después, en su libro La región, espace vécu, Armand Frémont (1976) insistió en las geografías individuales como la mejor manera de aproximarse al “espacio vivido”. Quizá sin percibirlo entonces, se dieron las condiciones para dar un salto en la disciplina.
Por su parte, James Duncan se sumerge en la cultura cingalesa para descubrir que el paisaje puede ser leído como un texto en el que los rasgos arquitectónicos constituyen breves citas de la literatura sagrada que fácilmente reconocen los pobladores de Sri Lanka. Sus resultados fueron publicados en el libro The City as a Text (Duncan, 1990). Al respecto, Mike Crang (1998) asegura que la tarea de la geografía es precismanete el estudio de las inscripciones (graphein) dadas por los pueblos a la superficie terrestre (gea). Un procedimiento similar al de Duncan es utilizado por Allan Pred (1990) para explicar cómo los habitantes de algunas ciudades suecas de los siglos XVIII y XIX perciben su medio. En Francia, Joël Bonnemaison publica sus estudios sobre el paisaje sagrado de los habitantes de Vanuatu (Bonnemaison 2000) mientras que Augustin Berque describe en 1986 la relación entre los japoneses y su medio en Le sauvage et l’artifice (Berque 1986; 1992; 2000). Así podemos hablar del nacimiento de una etnogeografía que hace referencia a la manera en que los distintos pueblos ordenan y reordenan su territorio (Claval 1995)."