"Así vemos que los
edificios, que un solo arquitecto ha comenzado y rematado, suelen ser más
hermosos y mejor ordenados que aquellos otros, que varios han tratado de
componer y arreglar, utilizando antiguos muros, construidos para otros fines.
Esas viejas ciudades, que no fueron al principio sino aldeas, y que, con el
transcurso del tiempo han llegado a ser grandes urbes, están, por lo común, muy
mal trazadas y acompasadas, si las comparamos con esas otras plazas regulares
que un ingeniero diseña, según su fantasía, en una llanura; y, aunque
considerando sus edificios uno por uno encontremos a menudo en ellos tanto o
más arte que en los de estas últimas ciudades nuevas, sin embargo, viendo cómo
están arreglados, aquí uno grande, allá otro pequeño, y cómo hacen las calles
curvas y desiguales, diríase que más bien es la fortuna que la voluntad de unos
hombres provistos de razón, la que los ha dispuesto de esa suerte. Y si se
considera que, sin embargo, siempre ha habido unos oficiales encargados de
cuidar de que los edificios de los particulares sirvan al ornato público, bien
se reconocerá cuán difícil es hacer cumplidamente las cosas cuando se trabaja
sobre lo hecho por otros."
(Rene Descartes, Discurso del Método)